ALEXANDRA BORNHORST
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"En memoria de mi casa soñada"

Me mudé a Santiago Basurco cuando tenía doce años, y mis vecinos de la casa de al frente, eran la dirección Santiago Basurco 185, que en parte era mentira, porque la casa ocupaba casi 8,000 metros cuadrados teniendo como dirección tres calles distintas. Siempre imaginé cómo era esta casa por dentro, que se veía por fuera tan elegante, tan secreta, tan para una niña de doce años, perfectamente rosada. Tenía bugambilias naranjas, y una torre como de princesas, y detrás de esos árboles inmensos que entre tapaban la vista a ella, detrás de los portones de madera que nunca los veía abiertos, existía un mundo del que voy a hablar en el pasado, porque mucho de lo que había ya no hay, y se que pronto no quedará nada.

San Isidro en los años 40 era un distrito conocido como “Ciudad Jardín”, porque en la mayoría del territorio existían estas casonas neocoloniales con jardines infinitos, palmeras y árboles. En contraste con las últimas décadas, este distrito ha pasado por un proceso de evolución, que si bien ha desarrollado un cambio positivo en el mercado laboral, comercial y de vivienda, lentamente ha ido consumiendo estos espacios verdes y casonas que se recuerdan como un mito. Pienso que entre el orden y el caos del constante cambio urbano en San Isidro, o en general de la ciudad de Lima, uno muchas veces deja de lado los cambios emocionales que vienen de la mano. Indirectamente la modernización de la ciudad puede afectar a las personas de una manera negativa y considero que existen distintas maneras de crear sin destruir. Pienso que la energía de la naturaleza y los espacios verdes no son valorizados como deberían y considero que son necesarios hoy en día para la salud mental y física del humano.

Basta caminar cinco minutos por San Isidro para escuchar que entre lo lindo hay ruidos de construcción, el taladro constante, las bocinas, ver que todo se llena de polvo, la grúa llevándose al carro que está mal estacionado, el tráfico, la calle cerrada. Puede que suene imaginativa cuando digo que verdaderamente creo en el poder restaurador que me generaba el jardín de esa casa. Aromas que nunca antes había olido y silencios desorbitantes. Es como entrar a otra dimensión, a una que definitivamente prefiero, donde sí existe el típico otoño de hojas secas y castañas por el suelo y donde se respira aire completamente puro.

Este proyecto parte de una investigación acerca de la mansión Lamotte donde tengo la intención de poner en evidencia que donde existe el edificio moderno, también existen las ruinas de una naturaleza desaparecida. Observo y reflexiono acerca del territorio donde se sitúa la casa, sus tesoros y los distintos espacios que la conforman. Utilizo como maqueta mi casa de muñecas antigua donde represento la casa de al frente. Creo mi propio refugio e instauro una especie de ritual en base a objetos rescatados. De esta manera, me despedido de ella y dejo que después de todos estos años se transforme.
En proceso
Antes
Después